
La gran fábrica de la palabras
La siguiente historia transcurre en un extraño país donde la gente casi no habla y reina un sobrecogedor silencio. En este lugar, el privilegio de pronunciar palabras está reservado a los pocos que pueden pagar por ellas, pues son un artículo de lujo. Por eso, la mayoría intenta comunicarse como puede, a través de miradas cómplices. También conoceremos a Diego, un niño que nos enseñará que, cuando se siente la necesidad de expresar algo desde el corazón, no hay barrera que pueda impedirlo.
La Biblioteca de Canarias quiere celebrar, con esta nueva entrega de Cuentos que laten, el Día Internacional de las Lenguas de Signos. Lenguas que se escuchan con los ojos, se articulan con las manos y llenan los silencios de palabras y comunicación. Representan además, una herencia propia de las distintas comunidades de sordos del mundo entero, un riquísimo patrimonio cultural que debemos conocer, proteger y difundir. La Lengua de Signos Castellana es el vehículo a través del cual, Cuentos que laten, bombea arte y literatura y se convierte en un proyecto que pretende integrar a diferentes colectivos, sensibilizar en la diversidad y contribuir en la medida de lo posible a la accesibilidad en la oferta cultural de las bibliotecas. Tal y como ocurre en la historia de “La gran fábrica de las palabras” los deseos de comunicación son más fuertes que cualquier silencio impuesto; las Lenguas de Signos son buen ejemplo de ello y de su valor como puentes tendidos entre diferentes comunidades y culturas.
El texto de La gran fábrica de las palabras surge gracias a la maquinaria incansable y creativa de la escritora Agnès de Lestrade. La ilustradora, Valeria Docampo, se ha encargado de llenar con bellas imágenes y discurso visual los ruidosos silencios de esta historia. La editorial Sleepyslaps fue la encargada de dar a conocer, al público en general, este extraño país donde la gente apenas habla y los niños recorren las calles con cazamariposas en mano para cazar palabras al vuelo.